¿POR QUÉ LOS MAESTROS NO SON LECTORES Y ESCRITORES DE LITERATURA?
Para comenzar, nos hemos preguntado, ¿somos maestros por casualidad?, ¿Por obligación? O ¿Por amor y dedicación?
Como lo menciona Ana María Machado,
“los maestros llegan a una escuela como si estuviesen yendo a una granja y no saben qué hacer con los libros frente a esos pequeños animales humanos que miran con ojos brillantes y esperanzados”.[1]
A algunos otros, desde niños, se nos ha despertado esa pasión por enseñar y entre letras y canciones, hemos cultivado en muchas personitas nuevos conocimientos. Al principio de nuestras experiencias, tal vez mostramos un poco de la manera como nos enseñaron e imitamos a nuestros maestros, y es esa una de las razones por la que podemos decir que no somos ni lectores, ni escritores, crecimos bajo las enseñanzas de las planas y la repetición, nuestra lectura inicial fue basada en la misma cartilla que aun existe y en la que todavía se ejercen practicas de lectoescritura, y asi, no dejaron volar nuestra imaginación, a través de historias, cuentos e imágenes, no nos invitaron a soñar en el mundo fantástico de los libros y siempre se nos limito la expresión de nuestros sentimientos y emociones mediante la escritura, claro está, no solo le podemos atribuir esto a nuestros maestros, también se lo podríamos imputar a nuestros padres quienes no fueron ejemplo de dichas prácticas y las escuelas tampoco los invitaron a ser parte activa de ellas en nuestra formación.
Sabemos en muchos casos que nuestros padres no fueron lectores que no tenemos esa cultura literaria, pero también sabemos que existe un espacio donde se inculca el saber y que ese espacio está en la escuela y en el profesor, podemos llegar a formar grandes escritores y lectores con aprobación de una educación que piense en y para ellos, donde su profesor o tutor busque la manera de llegar a sus alumnos por un medio de la comunicación, transmisión, y como lo dice Ana Maria Machado ese es un acto de contagio.
No fuimos educados en esa cultura escrita, no se nos inculco ni en la casa ni en el colegio, y hoy por hoy nos enfrentamos a grandes retos frente a la escritura y la lectura, más, cuando nos encontramos con niños tan curiosos y hambrientos de conocimientos.
Como nos lo infundieron a nosotros obligamos a nuestros niños a realizar prácticas de lectura sin agrado ni interés, por ello tampoco nosotros gozamos de esos momentos de magia con ellos, no descubrimos el sabor de los libros ni permitimos que los otros lo degusten. El ejemplo y la curiosidad como lo nombra la autora en su texto “entre gansos y vacas”, no es infundido ni como maestros ni como padres.
Cuando hablamos del saber leer no trasmitimos el verdadero significado de esta acción, leemos por leer , leemos por aprender o leemos por placer, hemos considerado que la literatura en la actualidad asigna un conocimiento para que el estudiante desarrolle intereses de lectura, pero se deja a un lado el análisis y la crítica, desde el inicio, los cohibimos a entrar en el mundo de la imaginación y los ingresamos al mundo de la evaluación, entonces la relación profesor estudiante no se está reflejando en lo que debería ser un aprendizaje placentero sino una obligación , por ende nuestra labor es ser un percutor e incitador de la literatura, motivando al alumno con ejemplo de ser un buen lector para construir un lector con pasión. Al respecto afirma Ana María Machado
“En pocas palabras, estoy convencida de lo que lleva a un niño a leer es, el ejemplo. De la misma forma que aprender e cepillarse los dientes, a comer con tenedor y cuchillo, a vestirse, a ponerse los zapatos, y tantos otros actos cotidianos.”
El profesor siempre se ha visto como poseedor del saber, pero en verdad nos equivocamos; cada día aprendemos con los niños dado que siempre experimentamos algo nuevo, leemos por cumplir pero no para transmitir, este es el error, dado que no nos involucramos directamente en la lectura, leemos lo que nos gusta pero no en un acto que apasione a ser buenos lectores y escritores.
Cuando somos maestros por interés y amor propio a nuestra profesión tratamos de mejorar, prepararnos y dejarnos afectar para brindarles a nuestros estudiantes nuevos y variados caminos incentivando en ellos el deleite por la lectura y la opción de dejarse llevar a mundos fantasiosos donde puedan dejar volar su imaginación, soñar y crear. Cuando empezamos nosotros mismos, nos es más fácil llevar a otros a imaginar juntos y dejarnos atrapar por la fantasía.
Queremos ser ejemplo de esas prácticas de lecto escritura invitándolos, de esa manera, a ser miembro de esa cultura escrita, y tratamos de involucrar a sus padres para que ellos también sean modelo de estas prácticas.
Podemos enunciar que exigimos pero no damos, ¿cómo reclamamos un buen lector y escritor si como profesores no lo somos, o no disfrutamos la lectura ni gozamos de escribir?. Todo esto conlleva a que estamos perdiendo el gusto, el convencimiento de dejar un legado inolvidable, lo cual hace que perdamos el ejemplo y la curiosidad, el sabor y el olor y el encanto de poder expresar, leemos entonces por leer, esta pregunta la dejamos a ustedes, docentes compañeros, estamos realizando esta práctica con vocación y pasión? Y, ¿lo reflejan en sus practicas diarias?
[1] Machado A.(2002) Entre gansos y vacas: escuela, lectura y literatura. En Lectura, escuela y creación literaria. Madrid: Anaya